TRANSBORDO

Corre, corre, se va a cerrar la puerta, más aprisa, venga, que suena la señal que indica el cierre de la puerta del vagón, ufff, casi resbalo, lo he cogido por los pelos, busca, busca un sitio, a ser posible sin acompañante, sube la música, abre tu libro, no quieres oír los sonidos vulgares y molestos de las mañanas, repasa tu maquillaje y tu peinado, con tanta carrera no te ha dado tiempo apenas a arreglarte, vuelve a abrir el libro, te sumerges ahora en un mar de palabras, una estación, parada, otra estación, nueva parada, cierra el libro, sal corriendo, corre que pierdes el enlace, uy, qué bien, lo has conseguido, respira, abre de nuevo tu libro, hoy es un día más, como otro cualquiera, con las prisas de siempre, las mismas caras, la misma rutina, la dura jornada de trabajo que te espera, pero sigue leyendo, mira, ahora sube el muchacho de la guitarra que canta la canción que tanto te gusta, sacas unas monedas, sigues leyendo mientras disfrutas de la canción, cuando acabas le das las monedas y él te da las gracias con una sonrisa que carga con todo el peso del mundo mientras piensas que , sin saberlo, él te ha dado mucho más de lo que tú le has dado a él, porque gracias a su canto, ya no es un día más, sino una mañana abierta a cambios, te recuerda la alegría de vivir y te ayuda a empezar la jornada con optimismo y energía. Y piensas...en el tren de nuestra vida necesitamos más guitarras y voces que canten a la esperanza y la alegría...

(Niamh, 16 de mayo de 2010)