Blanco sobre negro, de Rubén Gallego

Este es uno de los libros que estoy leyendo ahora. Empecé a leerlo por tratar uno de los temas de los que me examino el día 8, la parálisis cerebral. Narra la infancia y juventud del autor en diversos orfanatos rusos.

“Escribo sobre la fuerza. Sobre la fuerza que se encuentra en cada uno de nosotros. Sobre la fuerza que rompe todas las barreras, sobre la fuerza que vence. Cada uno de mis relatos es el relato de una victoria” (Gallego).

Gallego nació en Moscú en 1968, en la clínica del Kremlin. Ahí llevaron a su madre de urgencias gracias a la intervención de su abuelo, Ignacio Gallego, dirigente del Partido Comunista Español en el exilio. Nacieron mellizos, pero el primer bebé falleció a los pocos días. El segundo, Rubén, afectado de parálisis cerebral, vivió con su madre un año y medio, encerrado en un hospital. Luego se lo quitaron y le dijeron que había muerto.

Lo que sigue es una retahíla de siniestros orfanatos soviéticos por los que Gallego tendrá que desfilar a lo largo y ancho de toda la geografía de la URSS, hasta terminar en de 1986 a 1990 en un asilo de ancianos donde se abandona a los minusválidos a los que se consideraba incapaces de desarrollar un oficio.

La literatura de Gallego versa sobre la experiencia de la victoria, la victoria profunda de la inteligencia sobre el horror, del triunfo de lo humano desde lo más oscuro; sobre la capacidad de hacer girar las tinieblas: “El negro es el color del a lucha y la esperanza. El color del cielo nocturno, el fondo preciso y seguro de los sueños. El color de las quimeras y los cuentos, el color del mundo interior de los ojos cerrados. El color de la libertad, el color que yo elegí para mi silla de ruedas eléctrica”, escribe Gallego.